Antes del brote vivía completamente estresada, me enfadaba con las compañeras que no compartían mi visión del trabajo y el criterio para hacer las cosas. Me sobrecargaba haciendo lo que quedaba sin hacer. Aguantaba sin decir las cosas que me molestaban, hasta que estallaba.
En mi proceso de recuperación he aprendido:
- La importancia de cuidar mi salud, eliminando el estrés de mi vida y vigilando las situaciones que pueden provocarlo. Me han enseñado a comer mejor, a incorporar verduras a mi dieta. Y a no confundir ansiedad con hambre.
- Que no se puede juzgar a nadie, porque no conocemos la batalla que cada uno libra en su interior. Quitar los estigmas asociados a los problemas de salud mental. Entender a cada persona y sus vivencias. Porque si no entiendes al otro, no te puedes aceptar a ti mismo.
- Que existen tantas maneras de trabajar y enfrentar la vida, como personas o formas de pensar. Ser más tolerante y enfadarme menos, tomándome las cosas con más calma.
- A valorar y cuidar, más si cabe, mis relaciones familiares y de amistad, mejorando los vínculos y creando relaciones sanas.
- A vivir el momento presente. A veces uno no puede ver del todo el futuro y si piensa en el pasado se entristece. Esto ayuda a vivir el ahora y disfrutarlo, dándole valor al momento.
- A probar nuevas actividades y experiencias. Por ejemplo, hacer voluntariado. Nos aporta alegría. Aportas algo a los demás y eso también es importante.
- Al darme cuenta de que lo más importante son las personas, me he abierto a las relaciones, mostrándome más genuina.
Ahora vivo más tranquila, he cambiado de actividad laboral, no me estreso en el trabajo y eso repercute en mi bienestar en el resto de facetas de mi vida. He mejorado mis relaciones familiares y de amistad. He aprendido a agradecer las distintas cosas que me aporta la vida. He aprendido a quererme, cuidarme y mostrarme a los demás. En resumen, estoy construyendo una mejor versión de mi misma.
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